Delirios en una cafetería

Pides un café, la camarera tiene una cara tan dulce que no puedes evitar quedarte embelesado mirando sus facciones. Ella te mira, las miradas se van cruzando y parecen echar chispas mientras el resto de la gente no se da cuenta de la explosión en la cafetería. Dos, tres fogonazos que provocan una especie de excitación, de nerviosismo como cuando eras niño. Quieras apartar la mirada y coges un períodico, pero no puedes evitar levantar la vista y cuando lo haces, ¡zas!.
Te cobra, sus ojos parecen dar vida al lugar, y su sonrisa, mientras, te absorbe con la mirada al devolver el cambio. Querrías decir algo pero no tiene sentido. Quieres gritar. Te vas del local y piensas en volver mañana. Pero mañana no tendrá nada sentido.